Patagonia 2007 - 12 de febrero


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Llau-Llao – Castro – Chonchi (Isla de Chiloé, X Región, Chile)
Distancia recorrida: 28 kmts.

A las 8 de la mañana me despertó Daniel y levantamos rápidamente campamento, partiendo hacia la ciudad de Castro. En menos de una hora estábamos llegando. Fui a buscar una casa de cambio y luego a una bicicletería a comprar repuestos, pues las zapatas de mis frenos ya eran prácticamente inexistentes. Nos dirigimos después al lugar donde vendían pasajes para el ferry que cruza el mar hacia el continente. Yo compré al mío que saldría desde Quellón, pues era más barato que desde Castro, para el día 14. A Daniel no le convenía así que no lo compró y decidió averiguar si podía ir allí en micro. Yo pasé nuevamente por la casa de cambio porque me estaba quedando sin pesos chilenos y Daniel fue al puerto a comer mariscos.

Costa Castrense, al lado de un restaurant-palafito

Cambiamos las zapatas de mi bicicleta y nos dirigimos a la estación de ómnibus, donde Daniel sacó un pasaje de regreso hacia Puerto Montt. Me acompañó hasta una frutería donde compré provisiones y nos despedimos. Fui hasta la Municipalidad y en la entrada me preparé como almuerzo una ensalada de lechuga, tomate y palta. Luego volví a la bicicletería y le hice arreglar el alambre del freno, y ajustar cambios y frenos. De allí partí hacia Chonchi, donde llegué luego de un par de horas de duros ascensos y rápidos descensos por el accidentado terreno que cruza la ruta Nº 5.

Yendo hacia Chonchi

Entré al pueblo de Chonchi y pasé por información turística. Había solamente un camping en el pueblo, que era –como era de esperarse- apenas una casa con terreno para armar carpas. Fui allí y en cuanto armé la mía probé darme una ducha en el baño de la casa, pero el agua estaba helada. Cuando le pregunté al dueño me dijo que no había agua caliente para los acampantes. Decepcionado me lavé un poco la cara y el pelo y me fui hasta un locutorio que quedaba cruzando la calle, desde el cual me conecté a Internet para comunicarme con mi familia. Volví luego a mi carpa y me di cuenta que no encontraba mi reloj de pulsera. Busqué en el baño de la casa pero tampoco encontré nada. Al parecer también me había desaparecido un buzo. Mi intención era cocinar aquella noche, pues me dejaban usar la cocina a leña, pero era tal el quilombo de gente ahí dentro que no me dieron nada de ganas. Estaban tocando “cumbia campesina” (creo que allí le llaman también “música ranchera”) con una guitarra y una melódica. La abuela de 98 años, que parecía momificada, dormitaba sobre la cocina. Era un espectáculo grotesco. Me volví entonces a mi carpa y me acosté. Tardé un rato en dormirme, pues hasta muy tarde estuvieron de joda.

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