Uruguay 2006


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Introducción

Cuando a mis seis años me regalaron mi primera bicicleta, sólo me dejaban andar de esquina a esquina. La aventura inaugural fue pues romper este límite y dar una vuelta manzana sin permiso. Más adelante la andanza fue cruzar calles; luego recorrer el barrio… Siempre un paso más allá de lo permitido, rompiendo las reglas de a una por vez y marcando nuevos horizontes. De honesto que era, sin embargo, confesaba inmediatamente, y de clementes que eran mis padres, ellos tampoco me retaban. A mis diez años mi mundo de circulación independiente (tanto en ruedas como a pie) estaba circunscripto al barrio de Parque Chas (Capital Federal), donde yo vivía, y parte de Villa Urquiza. Al mudarme a Vicente López (Provincia de Buenos Aires) y comenzar a viajar solo en colectivo, los límites se desdibujaron; Empecé a viajar en bici hasta la escuela de vez en cuando (desde el barrio de Florida al barrio de Munro) y también andar mucho por zonas campestres, en Exaltación de la Cruz. La mayor parte de mis posteriores años de facultad iba generalmente a la universidad pedaleando y así adquirí un mayor hábito. Para este entonces, ya germinaba en mi cabeza la idea de hacer pequeñas travesías de pueblo en pueblo. Las primeras las hice convenciendo a algunos amigos para que me acompañen, y luego (cuando ellos se cansaron), me lanzaba ya solo. Hacia el año 2006, inspirado por los relatos de Silvana Solá, decidí realizar mi primer ciclodisea turística propiamente dicha. He aquí el relato:

Bautismo charrúa

Casi a último momento y en forma bastante improvisada tomé la decisión; Para Semana Santa de 2006 compré impulsivamente un pasaje en lancha hacia Nueva Palmira, Uruguay. Respecto a mi equipamiento, no contaba ni siquiera con alforjas; tan sólo una mochila de 70 litros, una carpa tipo domo para dos personas y la bolsa de dormir. El plan: Llegar hasta Atlántida en una semana (o hasta donde pudiera). Sería este mi primer viaje en solitario de este tipo; Nunca antes había hecho una travesía de más de una tarde, y tampoco había acampado solo.
Partí de Buenos Aires desde el puerto de Tigre el día miércoles 12 de abril a las 8 de la mañana, y hacia las 11:30 horas. llegué al otro lado del charco. Durante el viaje charlé con un muchacho y su madre, que eran de Baradero y con Carlos, un señor que vivía en Colonia del Sacramento, Uruguay, pero que había estado toda su vida en Vicente López. El muchacho y su madre se dirigían a Colonia, y el hombre tenía allí en su vivienda habitaciones en alquiler para turistas, así que nos pasó a los tres su dirección, que me sería de gran ayuda más adelante.
Cuando toqué tierra, el primer tramo pedaleado consistió en dirigirme hacia Punta Gorda, donde está el Parador Darwin. En la ruta, trepando ya los característicos “repechos Darwinianos” (llamados así en honor a la visita del biólogo al lugar, en 1833) pude comprobar lo inapropiado de andar sin alforjas; Mi espalda comenzó inmediatamente a resentirse por el peso de la gran mochila y el esfuerzo de las trepadas. En el susodicho parador hice un breve alto y en seguida continué viaje. El próximo punto a visitar sería la Capilla de Narbona, de 280 años de edad, ubicada en un desvío entre Nueva Palmira y Carmelo, a la que arribé a las 13:30 horas. Después de un didáctico cruce de palabras con la dueña del histórico paraje, volví a la ruta principal, para luego desviarme nuevamente más adelante y parar un momento en las hermosas playas de Zagarzazú. Hacía las 15 de la tarde llegué a Carmelo, donde almorcé primero, y luego me alojé en una pensión por el módico valor de $8 argentinos la noche.
Al día siguiente salí temprano a la mañana, a las 7:30; serían más de 70 kilómetros hasta Colonia, donde al llegar (a las 15 horas) me dirigí a la dirección que me había dado en la lancha Carlos, quien al recibirme muy amablemente me hizo pasar a su casa y me presentó a su mujer y sus perros. No contaba con habitaciones disponibles para alquilarme, por lo que, para mi sorpresa, me ofreció gratuitamente pasar la noche acampando en una quinta que él tenía al otro lado de la ciudad. No sólo eso, sino que me llevó en su combi y me dejó la llave de la casa en caso que necesitara ir al baño o usar la cocina. Luego de armar entonces ahí mi carpa en el parque y cocinarme un arroz, me fui a dormir. Esa fue una noche tormentosa. A la mañana partí temprano y busqué lugar en un hostel, donde me hospedé por una noche más y aproveché ese día para pasear un poco por la ciudad, el barrio histórico, el parque Ferrando y la costa. Lamentablemente no había llevado cámara de fotos, así que no cuento con instantáneas para ilustrar este relato.
Al mediodía partí en dirección hacia Montevideo. Decidí parar a las 14 horas en la playa de Santa Ana, pero al entrar al lugar agarré con la rueda de la bicicleta una rama, que partió la horquilla trasera del cuadro. Dado que me quedaban apenas dos días de vacaciones, opté por quedarme allí y volver el día próximo en micro hacia Carmelo, donde pasé el día siguiente otra jornada de paseo y descanso, para volver después definitivamente a mis pagos, con la decepción de no haber podido llegar al destino estipulado, pero la satisfacción de haber cumplido parte de mi sueño.

Resumen:

Día 1: Nueva Palmira - Carmelo: 25 kmts.
Día 2: Carmelo - Colonia: 75 kmts.
Día 4: Colonia - Santa Ana: 25 kmts.

Total: 125 kmts.

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