Ver Patagonia 2007 - 19 de febrero en un mapa más grande
Trevelín – Villa Futalaufquen (Chubut, Argentina)
Distancia recorrida: 70 kmts.
Me levanté temprano y fui al baño. Cuando volví, me fije en el poste de luz, pero el cargador de pilas había desaparecido. El dueño del camping me dijo que probablemente se habrían metido del campo de al lado a la noche. Me duché y levanté campamento. Pasé por una casa de té galés tradicional, donde pedí jugo de naranja, pero el tipo me explicó que allí sólo servían las cosas tradicionales “que solían compartir con sus abuelos”. Pedí entonces un té con pan y dulce. El té que trajo fue abundante, un jarra llena que me bastó para servirme tres tazas, y aún sobró, pero el pan fueron dos delgadísimas rodajas miserables que no podía ni sostener para untar, y una porcioncita de dulce que cabría en un dedal. Si así eran los desayunos que compartían, sus abuelos debían ser unos amarretes. Encima me costó $6. Aún con hambre, pasé por una YPF y me compré un paquete de galletitas 9 De Oro agridulces que fui comiendo mientras pedaleaba en dirección a Esquel. También compré pilas para mi cámara. En menos de dos horas llegué a la ciudad. Pasé por un supermercado y compré provisiones. Fui hasta una plaza donde me preparé una ensalada. Allí se me acercó Mathias, un muchacho de acento europeo que me preguntó en español si iba para el sur. Era alemán y venía pedaleando desde Alaska. Luego de acompañarlo a retirar su bici de una bicicletería cercana fuimos hasta la estación de trenes con la esperanza de ver la famosa Trochita en acción, pero ya estaba guardada por el día. Nos despedimos, pues cada uno seguiría su rumbo en direcciones diferentes. Salí de Esquel volviendo por donde llegué hasta el desvío que lleva hacia el Parque Nacional Los Alerces. Luego de un par de horas de ascenso extremadamente abrupto llegué al arco que da la bienvenida al parque. Pagué los $3 correspondientes a la entrada y seguí hasta Villa Futalaufquen. Después de una corta vueltita por sus calles me dirigí a una zona de acampe libre, a orillas del lago Futalaufquen, y armé mi carpa. Cené el resto de la ensalada del mediodía y me acosté.
A orillas del lago Futalaufquen
Me levanté temprano y fui al baño. Cuando volví, me fije en el poste de luz, pero el cargador de pilas había desaparecido. El dueño del camping me dijo que probablemente se habrían metido del campo de al lado a la noche. Me duché y levanté campamento. Pasé por una casa de té galés tradicional, donde pedí jugo de naranja, pero el tipo me explicó que allí sólo servían las cosas tradicionales “que solían compartir con sus abuelos”. Pedí entonces un té con pan y dulce. El té que trajo fue abundante, un jarra llena que me bastó para servirme tres tazas, y aún sobró, pero el pan fueron dos delgadísimas rodajas miserables que no podía ni sostener para untar, y una porcioncita de dulce que cabría en un dedal. Si así eran los desayunos que compartían, sus abuelos debían ser unos amarretes. Encima me costó $6. Aún con hambre, pasé por una YPF y me compré un paquete de galletitas 9 De Oro agridulces que fui comiendo mientras pedaleaba en dirección a Esquel. También compré pilas para mi cámara. En menos de dos horas llegué a la ciudad. Pasé por un supermercado y compré provisiones. Fui hasta una plaza donde me preparé una ensalada. Allí se me acercó Mathias, un muchacho de acento europeo que me preguntó en español si iba para el sur. Era alemán y venía pedaleando desde Alaska. Luego de acompañarlo a retirar su bici de una bicicletería cercana fuimos hasta la estación de trenes con la esperanza de ver la famosa Trochita en acción, pero ya estaba guardada por el día. Nos despedimos, pues cada uno seguiría su rumbo en direcciones diferentes. Salí de Esquel volviendo por donde llegué hasta el desvío que lleva hacia el Parque Nacional Los Alerces. Luego de un par de horas de ascenso extremadamente abrupto llegué al arco que da la bienvenida al parque. Pagué los $3 correspondientes a la entrada y seguí hasta Villa Futalaufquen. Después de una corta vueltita por sus calles me dirigí a una zona de acampe libre, a orillas del lago Futalaufquen, y armé mi carpa. Cené el resto de la ensalada del mediodía y me acosté.
A orillas del lago Futalaufquen
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