Patagonia 2007 - 11 de enero


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Ruta de los Siete Lagos – Villa La Angostura – Lago Correntoso (Neuquén, Argentina)
Distancia recorrida: 30 kmts.

Me desperté a las 6 de la mañana. 7:45 salía el micro hacia Villa La Angostura. Como veía que no llegaba con el tiempo opté por doblar todo así nomás y ajustar la carpa enrollada sobre las alforjas. Salí velozmente hacia la terminal, y al llegar saqué la rueda delantera de mi bicicleta y subí al micro. El viaje duró unas horas. Me senté en el lado derecho para ir viendo el estado de las banquinas y lo que me esperaba cuando hiciera el tramo en bicicleta. Mi destino era Villa Traful, pero dado que no había micros directos desde San Martín de los Andes, debía ir hasta Villa La Angostura y combinar. Los micros que iban de Villa La Angostura hacia Villa Traful, no transportaban bicicletas, así que opté por hacer este tramo pedaleando. Al llegar a Villa La Angostura armé la bici, la até a un poste y fui a la terminal a comprarle el pasaje de regreso desde Villa Traful a Villa La Angostura a Mariana. Luego me dispuse a comenzar mi primer recorrido ciclístico de todo el viaje; Hasta Villa Traful serían aproximadamente 60 kilómetros. Tal trecho no me parecía tanto considerando los anteriores que había realizado (Carmelo-Colonia el año anterior en Uruguay, de 75 kilómetros en 7 horas, por ejemplo). Al comenzar eran las 12 del mediodía, así que le calculé que llegaría a Traful en 6 o 7 horas. Grave equivocación. A los primeros cinco kilómetros, que van desde la ciudad hasta el cruce con la Ruta de los Siete Lagos, comprendí que la cosa no sería tan sencilla. Era todo cuesta arriba. Y a los pocos kilómetros me di cuenta que no había cargado agua en mi caramañola. Le pregunté a un transeúnte cuánto había hasta el cruce y me dijo 1 kilómetro. También le pregunté si habría alguna proveeduría y me contestó que no había absolutamente nada sino hasta el Camping Lago Espejo, 10 o 15 kilómetros más adelante. Seguí andando, y luego de un par de kilómetros de pasar el cruce le pedí a un obrero de los que estaban trabajando en la nueva ruta si me podía dar algo de agua, el cual me llenó la caramañola. “Fresquita”, me dijo, y me fui contento. En medio del bosque paré a comer frutas secas. Cuando mi boca reseca rogó nuevamente por líquido, un regalo divino, al mejor estilo “Los dioses deben estar locos” llegó a mis manos. Al costado del camino yacía una botellita casi llena de Coca-Cola Light. La agarré y estaba aún fría. La destapé y estaba aún burbujeante. Sin dudar la bajé toda de un trago y alcé mis manos al cielo en señal de devoción. Al llegar al Lago Espejo no encontré ningún servicio. Me detuve en sus playas a comer más frutas secas.

A orillas del Lago Espejo

Seguí camino y luego de una pronunciada cuesta le pregunté a un obrero si tenía agua para darme. Me dijo que no, pero que había al costado del camino, un poco más atrás, un sendero que me llevaría a orillas del Lago Correntoso, donde podría saciar mi sed con agua pura y clara. Volví bajando velozmente la cuesta y me acerqué hasta la entrada del sendero, donde un cartel indicaba la duración aproximada a pie del trayecto hasta el lago; 30 minutos. Imaginé que en bicicleta podría hacerlo más rápidamente, lo cual supuso otro gran error. El tramo inicial fue relativamente llano, pero en seguida comenzaron las brutales cuestas. Lo peor es que el camino estaba plagado de árboles caídos, que me obligaban a alzar la bicicleta. Tarea simple y a la que ya estaba acostumbrado a no ser por las benditas alforjas. Tardé aproximadamente 45 minutos en llegar a la orilla del Correntoso. Había un tronco caído que se internaba hundiéndose en el lago; Aproveché ese muelle natural para tomar fotos y llenar mi caramañola y botellitas.


A orillas del Lago Correntoso

Desanduve el sendero, esta vez más rápidamente pues era en bajada. Retomé la ruta y continué mi escarpado ascenso. A la altura del brazo norte del Lago Correntoso, unos 5 kilómetros antes del cruce con la ruta a Villa Traful, encontré un camping que llamó mi atención. Ya estaba bastante cansado de trepar y eran las 19 hs. Pronto caería la noche y aún faltaban 30 kilómetros hasta Villa Traful, por lo que opté por probar suerte en ese lugar. Entré al predio y en seguida me sorprendió su inmensidad y tranquilidad. Apenas algunos acampantes de edades avanzadas descansaban bajo el sol a orillas del lago. Me acerqué a la casilla de la administración y aboné los $6 correspondientes al derecho de acampe, más un tetrabrik grande de jugo de naranja Baggio. Atravesé los campos hasta un bosque, por unos 500 metros. El camino para los automóviles cruzaba un arroyo mediante un vado y el peatonal era de madera. Más adelante, el bosque daba lugar a un claro con los baños y más gente acampando. Me detuve a tomar de mi recién adquirido jugo y analizar la posibilidad de armar allí mi carpa. Contaba con la ventaja de unas parrillas de cemento, pero la gran desventaja era la siempre molesta presencia humana; Un niño corría enloquecido gritando a todo pulmón, lo que me convenció de salir arando de allí. Antes de volver quise seguir para ver hasta dónde continuaba el camping. El sendero se internaba nuevamente en otro bosque pero un cartel decía que se prohibía acampar en esa zona. Retomé el sendero que llevaba al bosque anterior y me interné en él en dirección al lago. Caminé algunos metros hasta que sentí estar lo suficientemente aislado del ruido. A 20 metros tenía la orilla del lago Correntoso. Armé ahí mi carpa, hice un pequeño fuego y me cociné una sopa. Me acosté y me dormí en seguida, pues la quietud era atroz; Fue una de las noches más silenciosas y pacíficas de mi vida.

Acampando en los bosques aledaños al Lago Correntoso

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